lunes, 13 de abril de 2009

Para ser pistolero, eres bastante pesimista


Esto es lo que le dice el imaginativo Butch Cassidy al infalible Sundance Kid en la memorable película: Dos Hombres Y Un Destino. Butch es carismático y capaz de convencer a Sundance para llevar a cabo el plan más disparatado, mientras que éste, desprovisto de cualquier tipo de iniciativa, siempre está dispuesto a poner su insuperable talento como tirador a las órdenes de semejante alegre sátiro.

No en vano, Butch es de ese tipo de personas capaz de mostrar la mayor locura como provechosa, embaucador en las distancias cortas, nunca fue capaz de ahorrar un dólar por su incapacidad de ser realista a largo o corto plazo. Sabe que necesita de Sundance pues él es un inútil a la hora de hacer cualquier cosa que no sea despertar simpatía.

Su carácter (y sus defectos también) se complementa a la perfección con el de Sundance, éste parece que en todo momento es consciente de que las aspiraciones de Butch son irrealizables, pero no le importa; como tampoco le importa saber que su novia preferiría haber conocido antes el cálido halo de su compañero de desventuras. Sundance Kid es así, nada es importante salvo su puntería, es el mejor pistolero, pero necesita que lo guíen aunque sea a un destino fatal. Se trata de una de esas maldiciones universales que fácilmente pueden edificar un mito, el talento mudo desperdiciándose sordo a la propia voluntad.

El único atisbo de criterio en el letal pistolero lo observamos cuando llegan a Bolivia (plan maestro a la altura de Don Quijote, Homer Simpson o Cándido) y se encuentran con un país pobre, ajeno, absurdo y peligroso. Entonces empieza a quejarse amargamente de haberse dejado convencer y le empieza a pedir cuentas a Butch. Butch, sabiendo que posiblemente encontrarán la muerte en aquel país y aun cansado de las quejas de su amigo, jamás se llega a separar de él, pues es ley natural que el que no sabe de su oficio ha de estar siempre acompañado por un virtuoso, aunque sea para morir dignamente.

miércoles, 8 de abril de 2009

La Mirada Díptica



Uno, que es un animal de costumbres, cuando se levanta por las mañanas y tiene un segundo para ver la tele, tiende por inercia a poner Telecinco y ver La Mirada Crítica. Tres palabras que me retrotraen a otro tiempo, especialmente a la movida temporada primavera-verano de 2003, y ante las que rara vez me paro a pensar en cuánto ha podido cambiar o degenerar (¡María Teresa Campos, vivir para ver!) dicho espacio televisivo.

“No he querido saber, pero he sabido” que los habituales contertulios reciben de los diferentes (sendos) partidos políticos a los que representan (“¿quién es mi negro?, ¡enseñame la pasta!”) unos idearios periódicos para posicionarlos y darles herramientas de debate ante los diversos temas de actualidad informativa. Y yo me pregunté si cubrirían todo los temas posibles e intenté hacer un ejercicio de memoria para poder señalar en qué cuestiones convergen, presuponiendo que esto se debe antes a la ausencia de órdenes que a una improbable alineación de los astros políticos españoles.

Tras descartar el terrorismo de ETA y la violencia de género, por sus naturalezas heterocomplacientes, empezó a resonar en mi mente la voz de Isabel San Sebastián vinculando directamente videojuegos con violencia entre menores y toda la corte del programa haciéndole los coros, a falta de espacio para hacer la ola. Esta liturgia se viene repitiendo en el tiempo, cambian los fieles y a veces la sacerdotisa, pero nombro a ISS por ser especialmente agresiva a la par que necia y simplista y así puedo hacer un poco de “promoción” de su libro “¿A qué juegan nuestros hijos?”.

Se puede discutir mucho sobre el tema, pero prefiero señalar algunos puntos muy concretos de sus intervenciones:

1.-Cuando uno se apoya en informes y dossieres para hacer una afirmación, no puede sustituir el citar aunque sea uno (con su título y autores) por un mero “es que hay muchos estudios que lo dicen”. Ninguneando además otras muchas fuentes que lo desmienten.

2.-Cuando la policía empezó a investigar el ordenador de Marta del Castillo, cosa lógica por otra parte, estos periodistas en seguida centraron su debate en el mundo de Internet y los blogs, ¿ahora qué? ¿Exigimos el derecho de rectificación o qué hacemos con estos bocazas? Al final el problema sí que era social, pero venía de la mala costumbre de enamorarse del malote del barrio.

3.-Esto último nos remite a la educación, cuando estos, normalmente, más que cuarentones hablan de ordenadores y videojuegos, lo que reflejan (va siendo hora de que alguien se lo diga) es una profunda ignorancia, lo que transmiten es impotencia como padres para tratar un tema que se les escapa de las manos y lo que venden es que lo de Columbine realmente fue culpa de Marilyn Manson.

4.-Hablan a diario de política, pero no se han parado, que yo sepa, a polemizar demasiado sobre que la industria del videojuego se haya introducido en el ámbito de las industrias culturales, recibiendo la consiguiente ayuda de la Administración. Bueno, si están tan convencidos de lo que defienden, ¿por qué no decir que el Gobierno socialista va a subvencionar la podredumbre social?

5.-A veces han hecho referencia a la alienación de los niños que juegan con las malvadas consolas (es que hace dos décadas no perdíamos el tiempo delante del televisor, ¿saben?), ¡pero es que tienen la desfachatez de compararlo al perfil del hacker! ¿Cuándo se darán cuenta algunas generaciones de que los hackers son personas que emplean su tiempo en el desarrollo tecnológico, muchísimas veces sin ánimo de lucro? ¿Por qué es más encomiable el trabajo de los investigadores (algo cobran) que el de los creadores de código?

En definitiva, lo que quería decir es que el funcionamiento de la amalgama social no debería simplificarse en una única ley, por dos razones: no se puede reducir la conducta del ser humano al binomio estímulo-respuesta ni se le puede dar credibilidad a un argumento cuando se habla desde el parcial desconocimiento, en parte a causa de la brecha generacional. No digo que no se conjeture con ello, todos estamos en nuestro derecho, pero siempre haríamos bien (o al menos mejor) en ir apoyándonos y ayudándonos con distintas herramientas (fuentes) ya que nos empeñamos en meternos por terrenos pantanosos.

En cualquier caso, todas esta insoportable liviandad del ser encuentra su caldo de cultivo ideal en Telecinco, posiblemente la más inmunda cloaca intelectual que dos neuronas haciendo puenting han llegado a imaginar nunca y paradigma del insulto a la programación y el horario infantil. Creo que esta cadena (como empresa con una concesión estatal debería reflejar algún tipo de sensibilidad social más allá del lema “12 meses 12 causas”) ha hecho bastante más daño social que el Carmageddon (+18), que es como se llama el juego en el que te dan puntos por atropellar a gente del que tanto les gusta hablar y que nunca saben citar.

TESIS 1: La pérdida de sensibilidad hacia la violencia es igual de patente en todos los estratos de la sociedad, pero no todos jugamos a las consolas, ergo no puede deberse sólo a ellas.

TESIS 2: Pérdida de sensibilidad =/= Aumento de la agresividad.

miércoles, 1 de abril de 2009

Artículo sobre la ceguera


No existe una limitación autoimpuesta más triste que la ceguera que produce la legitimación moral de la mayoría. Acurrucado en este nicho, el ser humano puede simplificar los acontecimientos y centrarse en su, el otro día en clase infinitamente repetida, promesa de felicidad. La catalogación de “lo que es mejor” (o como dicen los perezosos: lo menos malo) y de “lo que es peor” configura una ley no escrita aberrante para la higiene mental de cualquier ciudadano, pero es poca cosa en comparación con la universalización de “lo que es necesario”.

A continuación, tres anécdotas de amigos míos que sufrieron la tiranía de la mayoría, representada en la opinión inflexible de sus compañeros de charla:

Del primero de mis amigos, os puedo decir que tiene una formación más que demostrada, es licenciado (no diré la especialidad para no traicionar su anonimato) y además un gran lector. Una de sus mejores virtudes es no quedarse en la superficie de las cuestiones y éste fue su “crimen”. Se le ocurrió comentar en una conversación sobre los abusos a menores que si bien sí era un patología, ésta no tenía porque fundamentarse en el deseo expresado sino en la incapacidad de represión. Esto es que podía ser perfectamente normal verse atraído por una muchacha bastante por debajo de los 18 años. Hizo un recordatorio histórico de la edad que ha sido clave para concertar las bodas y que sigue vigente en múltiples culturas sobre todo aplicado a la mujer (13-16 años). No se refería ni a abusos de bebés ni de preadolescentes, pero fue juzgado sin paliativos por la audiencia, que no “escuchencia”. Sus diferentes argumentos (evolutivos...), términos (patología social...) y observaciones (el canon de belleza de la juventud...) se desecharon y la charla, que podría haber sido muy interesante, terminó precipitadamente.

Al segundo se le ocurrió la desfachatez de comparar peras y limones, pero aplicando un razonamiento personal. Afirmó, tras escuchar como una amiga proclamaba que si alguna vez era objeto de violación pensaría seriamente en suicidarse, que la violación tan sólo se diferenciaba del abuso escolar en la simbología que nosotros mismos le otorgábamos al acto sexual. Pero que salvando esta diferencia, objetivamente era incluso peor el bullying, debido al desarrollo psicológico inconcluso del niño y la continuidad que suele llevar asociado. Casi se lo meriendan, en particular el sector femenino, y él me confensó haber pensado: “¿dónde está el instinto maternal?” Afortunadamente para su salud no lo dijo.

La página de Periodismo y derechos humanos ha sido la que me ha inspirado para escribir esta entrada (les felicito por el blog, me ha parecido muy interesante). Mi tercer amigo tiene por costumbre despertar fricciones en las charlas (su aforismo “GreenPeace son los tunos de izquierdas” lo dice todo), pero creo que sus siguientes cuestionamientos no son sólo pertinentes sino necesarios: por qué los derechos humanos están expresados de manera individual y no social(1), por qué los derechos humanos son los que son, cómo sabemos que no falta o sobra alguno bajo su genérica definición como fundamentales(2), por qué quienes no los firmaron son perseguidos por no cumplirlos y otros los utilizan como excusa sin haberlos apoyado en su momento(3), por qué las democracias se consideran el único sistema legítimo(4), por qué no se puede mirar para otro lado ante las tiranías si el que calla otorga(5), por qué en política (extrapolando el ámbito de la final de la Copa de Europa) siempre hay que apoyar al más débil(6), por qué intervenimos en países pobres y a la vez nos protegemos de sus economías emergentes(7), por qué no se puede apoyar a un populismo pero sí se puede tener todos los objetos de un hogar fabricados en otro(8)...

El problema de mi amigo con los demás es que no pregunta, afirma: los derechos humanos son un montón de lemas aplaca conciencias(1), en su conjunto expresan la capacidad de meter las narices donde no nos llaman y no se corresponden con la verdadera naturaleza humana al completo(2), es una forma más de tiranía encubierta de quienes quieren gestionar el planeta(3), la democracia es un placebo(4), tienen que ser los ciudadanos los que se levanten contra sus tiranos(5), si los israelíes legitiman a su Gobierno y los palestinos legitiman a los que lanzan bombas a Israel ¿cuál es el problema para el resto?(6), todo lo que hacemos por otras naciones es un ejercicio de hipocresía engendrado en una inercia moral desprovista de las verdaderas riquezas que les podríamos aportar(7), ¡viva Cuba!¡viva Fidel!(8)...

Para los que no dicen lo que quieren oír los demás se inventó la expresión “hacer de abogado del diablo”, un atajo más de las personas opacas incapaces de ver la cuestión tras la afirmación.